testimonios poeticos: Eugenia Toledo-Renner

CUADERNO DE ORIGEN Y MIGRACION


Herencia de hijo único


¿Dónde está tu herencia, hijo?

No la busques allí

donde los vivos peregrinan al cementerio,

o escriben la genealogía,

en cuyo árbol caben unos, y otros no.

Búscala en el lugar de la sangre

o más allá, por los aires,

dentro de mapas diferentes,

geografías que explican nuestros nombres.

Busca las mujeres que te antecedieron,

en sus cuerpos verticales o en sus formas,

en sus sufrimientos y su coraje;

en las leyes del destierro, sus rumbos,

la guerra, la pobreza y el trabajo. Busca.

Una mujer ciega, pasea por un jardín.

Otra vive en la verde selva araucana

y labra la tierra, a azadón y hacha,

hasta que se ha quebrado la cadera.

La más alta y delgada de todas

danza en un barco de Italia a Buenos Aires,

y penando cada noche por un fantasma,

continúa calando las fundas de las almohadas,

puntadas por las que cruza a tierras nuevas,

los Andes a caballo una y otra vez, tres.

Busca junto a los campos, al arroyo o

junto a los pájaros , hijo.

Busca a la más bella,

que nació en el fin del mundo,

a orillas de un pueblo sin casas,

con nombre de tres letras y

y que conoció el albedo del trabajo,

acarreando canastos de leña,

bordando, cosiendo, tejiendo,

dulce trino de jilguero herido,

sus ojos grises lucharon el respiro

y tratando de hablar de lo verdadero,

o piérdete en el reflejo de tu herencia

por las calles de Turín, Berlín y Polonia,

en rostros contemporáneos,

sabiendo que la dureza de esos caminos

también dejaron huella en ese país,

fin del mundo.


1898


En 1898,

de acuerdo a los documentos oficiales,

yo no existía. No aparece mi nombre.

Mientras los campos reverberaban

vírgenes en Chile,

abiertos a la emigración,

mis antepasados europeos,

arribaron a nuestros primeros puertos

y se convirtieron en colonos.

Recibieron, dice el documento,

tierras y unos pocos animales.

Construyeron casas de madera y corrales.

Los hombres se ocupaban de afuera y

las mujeres de la cocina y la conserva.

Sus hijos prosperaron en las escuelas,

hablaban dos idiomas,

tocaban el piano, cuidaban el campo,

un sitio paraíso aquella la selva sureña.

¿Fue pura suerte la mía

que de esta controvertida empresa

no supe nada?

Fue en Púa donde nació,

dice el certificado perdido,

en un luminoso mes de marzo,

mi madre,

y yo tampoco me enteré de tal suceso.



Amelia


Mi abuela cuidaba un jardín idílico

de hortensias, calas y dalias, en el que plantó

a ciegas su destino, siempre en suspenso,

en el fin del mundo.

Puso allí su ganancia, donde plegaba

el espejismo de la distancia y

“su siempre jamás” enterrado en la tierra.

Vivió en vilo, sostenida por un beso

de la memoria y en un adiós

que fue esculpido en dureza y dolor.

Fraguaba su recuerdo en las lluvias del ayer,

recordaba cientos de fantasmas, guerras,

la pérdida de su madre ,el viaje con el padre.

Hablaba de los horrores de Mussolini,

Hitler y Franco, voraces como un incendio.

Toda su existencia se fue añorando

esos años migratorios, esos rostros borrosos,

y el pasado inconcluso que yo desconozco.

Todos se helaron con la escarcha de sus inviernos.

Tañó sola como campana de bronce.

Bajo tanta quemadura, mi abuela

nunca habló de su carga.

¿Acaso fue todo embalaje roto?

Plantaba hortensias, calas y dalias,

y enterró junto con ellas, en la tierra,

su propia lengua original.


Monodia biográfica

Soy mujer en marcha” (Agueda Franco, poeta argentina, de su poema con el mismo nombre)

Amigos de estaciones comunes, escribo esta nota para ustedes, un recuento de historias en papeles enredados, manchados de café, uno que otro desgarrado, y humedecido por tantos racimos de días y años. Mientras enhebro ciudades, les cuento que llegué aquí buscando el leño santo, sándalo que le llaman. Este lugar era entonces un témpano para esculpir, yo venía del país de las lluvias y de pueblos ancestrales. Venía del siglo que esgrimió la violencia. Llegué a un lenguaje extranjero. Difícil es llegar para formar nuevos seres queridos, habiendo dejado otros atrás.

Hay injusticias para las que no tengo palabras, porque no hay lógica, amigos, para los filosos sentimientos tan universales de brujas y lobos; además, no es aconsejable hablar del caballo en casa del herrero o del cuchillo de palo en la casa del cirujano y la verdad en la casa del mitómano; por eso me hice silencio, bebí mi copa de paz, amistad, familia y retorno en un sólo canasto y desde entonces me han habitado una enorme tolerancia y paciencia, ambas hojas lentas, porque son como

hablarle a las estrellas, estación de inflorescencias.

Hay palabras en nuestra lengua castellana que tienen el poder de sanar y que sólo nosotros somos capaces de pronunciarlas; y mientras las desenterraba, grano a grano, fundé mi casa. El resto de la historia queda enredada en mi lenguaje.

Reunidas con los hermanos del arte decidí ser “mujer en marcha”. Soy la que escucha junto a los muros las voces de los desaparecidos; la que acarrea jarros con agua fresca para la naturaleza y los animales; la poeta que baila sin reposo sobre las mesas, cuenta y canta; la que tiene un contrato de justicia por la injusticia y las mujeres; la fatigada, pero en marcha, poste de luz.

Hoy en mis rincones se va amontonando el polvo y los objetos antiguos, aquellos que no me traje conmigo, pero a los que puedo volver en cualquier instante bajo idéntico tiempo. Hermoso será escalar la montaña y desde allí repetir el valle, el lago, el puente, y la lluvia permanente. Repetir sin desamparo, las edades que nos han enamorado por siempre jamás.

Los detalles del pasado se van a perder, el tiempo me gastará el rostro, mis árboles se secarán, mi sombra será una mancha de tinta en este papel. Por eso estoy juntando estas espigas ahora, haciendo paquetes, unos grandes, otros pequeños para ser una sola hoguera con ellos cuando me exilie a otras colonias imperecederas.


----------------------------------------------------------------------------


No hay comentarios:

Publicar un comentario