testimonio de Luisa Yadira Almeyda Santiago



Emigré por primera vez hace tanto tiempo que de nada, absolutamente nada de aquello me acuerdo. Era parte de la Magnificencia y tenía plena conciencia de ello, no como ahora que apenas unas pocas veces y por segundos me doy real cuenta de la inmensidad a la que pertenezco.

Pues de allá me desprendí para cobrar animación en el óvulo fecundado de mamá, pero unos pocos meses después de ahí también emigré; reclamé salir y respirar de manera independiente. De inmediato tuve que aprender a hacer eso y casi todas las cosas necesarias para sobrevivir, pues algunas otras habilidades he tenido forzosamente que adquirir en el andar para poder mantenerme en el flujo del peregrinaje colectivo en el que avanzo.

Emigré hasta el momento de 24 casas, 13 ciudades, cuatro países, dos continentes y dos patrias; a algunos de ellos he regresado tras meses e inclusive años. Emigré de donde mis padres, de un cruel matrimonio; después de un finísimo ser que también fue mi esposo. Silencio, luego mucho silencio. Pero seguí viva y con suerte pude de ese profundo vacío también migrar. Tras ello por las noches antes de cerrar mis ojos y en dos países diferentes, he visto cuatro distintos techos que casi pude llamar hogar.

No sé en cuántas ciudades y países he estado, no en tantos como otros tantos, pero sí en suficientes como para dolerme de hacer maletas, transbordes y ser alcanzada por añoranzas.

A sitios nuevos y extraños sola pasé y llegué en mi fémina condición de mexicana promedio y siempre pude abrirme camino con rapidez y sin dificultad, a veces con sólo señas. Me moví en espacios donde tuve que guardar mi cabello, en otros donde pude mostrarlo pero tuve que cubrir mis hombros, y algunos más donde sólo era advertida si importunaba a alguien con mi roce en modernas y saturadas calles del primer mundo. He sido recibida en casas donde fui la ajena, la extraña, la amiga, la mujer, la pareja, la familia y hasta la dueña. Desarrollé ese instinto de sobrevivencia urbana, suburbana, campestre y comunal; y la facilidad de adaptación ambiental, alimenticia, costumbrista y demás. Varias veces agotada desperté por las noches experimentando la súbita y veloz reacción de brújula ubicando primero la habitación, la casa, el país y la circunstancia de mi vida, sólo para poder llegar al baño.

Nada de lo anterior me preparó para mi intento de integrarme a Chile.

Santiago como mi apellido, latino e hispano como yo; creí que tendía un escudo amoroso y protector con suaves plumas de cóndores trascendidos, nido para cómodamente unirme a una cuasi-familia que aguardaba por mí. Llegué tan confiada por tanta circunstancia, que la confusión acumulada en mis apenas tres semanas primeras me alteró fuertemente los sentidos.

Tierra de hombres y mujeres de ojos bellos y acentos que hechizan mis oídos; de mañanas con sabor a hallullas y palta y casas con tostadores en las cocinas; donde un desayuno no se come sino se toma, con onces a las cinco, almuerzos a las horas de las comidas mexicanas y comidas en las cenas; donde chulo no es bonito sino feo, donde harto no está mal dicho y reto no es una aventura sino un regaño; donde los plátanos orientales no se comen sino te hinchan los ojos; donde rajas no son chiles ni los tubos de canela sino los muy cansados, lo padrísimo, o se emplea para referirse de manera políticamente incorrecta a cierta parte de la anatomía; donde para decir hoy se acompaña con día; donde las guaguas son bebés y no onomatopeyas caninas, donde la cerveza provoca guatas y no panzas; las zapatillas no las calzamos las señoritas sino los deportistas; donde hacer tuto es dormir y los tacos no se comen sino se sufren; donde la lata más que una industria, es todo lo que te satura (cansancio, flojera, molestia, hastío y hasta vergüenza); donde cachar queda chico en el beisbol, porque asume el papel de adjetivo camaleónico, aún incomprendido para mí en todas sus connotaciones.

Santiago que me grita que me despabile, que me reta por haberme formado en el D. F. y asustado a la primera de cambios en su asfalto; que sarcásticamente me recuerda lo inválida que me permití quedarme por tanto tiempo en Alemania, instándome a actuar tan polifacéticamente como su anglicista verbo cachar; que me obligó a gran velocidad a reconciliarme con la cocina, lo doméstico y las cuentas; que como amante misógino luego me arranca grandes sonrisas y alegrías por regalos inusitados que me brinda en sus calles; que pareciera que se cartea con Ensenada para supervisar que continúe afinando mi poder de co-creación y no olvide lo pendiente.

Santiago que ahora me reconoce prima pero que me recuerda lejana, en quien ya no confío pero respeto, que ya no me asusta pero vigilo; a quien a pesar de todo sigo queriendo pero me sigue recordando que mi raíz viene de otra parte.

Porque feliz y afortunadamente me acababan de salir raíces, tras años de tenerlas en una maceta afirmada sobre tanta superficie ajena y cambiante. Y si cierro ahora los ojos, concentrándome en ellas, cruzan fronteras y se unen a ramificaciones campechanas, oaxaqueñas, veracruzanas, defeñas y ensenadenses, entre otras que no necesito mentar.

Santiago que quiero por cinco meses más y luego, luego Dios dirá.

Explicaciones de mi “Migraciones”:

1.- Hallulla: (del árabe hispánico allún, (bollo de fiestas), y este del hebreo allāh (jalá) pronunciado como youh ya), es un pan típico de Chile.

En Chile es un pan blanco de harina refinada. Su forma es redonda, es pesado, plano y de consistencia firme y semiesponjosa. Chile es, después de Alemania, el segundo consumidor de pan a nivel mundial, siendo la hallulla uno de los panes favoritos de los chilenos.

2.- Paltas = Así se le llama al aguacate. Es una costumbre desayunar cualquiera de sus panes típicos como la marraqueta- y mi preferido, la hallulla- con aguacate hecho pasta, sin condimentar.

3.- Tostadores: Algo parecido al comal mexicano en cuanto a su uso cotidiano y porque sirve de asar; sin embargo se emplea también como la base redonda que en Suiza se emplea para distribuir el calor sobre el caquelon (olla del fondue) y evitar que se queme.

Mega interesante. Tardé tiempo en entender qué era esa cosa forrada de plástico que nueva tenía en la alacena, y en poder guisar un buen arroz; pues aquí el común es de grano largo y gordo, con mucho almidón, que no había manera que me quedara suelto. Este llamado tostador se coloca sobre la estufa (¡Que aquí le llaman cocina!) y se tuestan los panes, con la llama bien bajita. Pero también se usa para colocarlo debajo de la ollas y lograr una perfecta cocción de cereales y leguminosas a fuego lento. No se lava, se sacude.

4.- Se dice: “Estoy tomando desayuno” . Se pregunta: ¿Vas a tomar desayuno?

5.- Supongo que heredados de tanta inclusión inglesa y alemana, entre cinco y siete de la tarde, entre la comida del medio día (que llaman almuerzo) y la cena (que llaman comida y se realiza tipo 21:00 horas) se acostumbra la “once”. Once es como el té de las cinco, una mesa con pastelitos, pan con palta, café, té o agua de hierbas (infusiones). El origen del término es discutido, aunque es probable es que se derive de una comida tomada a media mañana (a las 11), y esa es la interpretación que le da la Real Academia Española. Otra posibilidad es que el término sea una traducción literal de la comida inglesa elevenses (eleven en español es once, elevenses es en plura, entonces se traduciría onces). Por último, y lo que he escuchado de tooodos los chilenos, dice que esta palabra viene de la costumbre de los trabajadores de las salitreras a finales del siglo XIX, quienes acompañaban la merienda con un trago de aguardiente. Por la existencia de restricciones para beber alcohol, llamaban once a tal comida, por la cantidad de letras (11) que posee la palabra aguardiente. Una variación de la última teoría dice que durante la colonia los caballeros que querían tomar aguardiente se referían a esta bebida como 11, para que las damas no se dieran cuenta

6.- Chulo aquí se usa para denotar lo contrario a fino, para referirse a lo vulgar, a lo barato; de mala calidad o gusto.

7.- Usan con mucha frecuencia y propiedad el adjetivo “harto” para referirse a mucho o grandes cantidades: Harto calor, harto esfuerzo, harta gente, harta agua. Een México se comprende lo anterior, pero no es una manera fina de denotar demasía

8.- Retar lo emplean para referirse a una llamada de atención. “Me retó mi maestra por no traer la tarea” “Te voy a retar si no comes”, etc.

9.- Anécdota personal: A la semana de haber llegado, yendo a caminar acaricié a un perrito callejera que casi adoptamos –ahora lo hizo una vecina. Mientras trotaba me restregué los ojos y a partir de ahí, tuve serias molestias en ellos: Dolor, resequedad, picazón, lagrimeo, derrames, etc. Pobre perrito, lo culpé. Tras una semana con problemas, fui a una farmacia y adquirí unas gotas que me recomendó el médico en turno. En la tercera semana, lavando ropa, se repitió el cuadro; y cada vez que me restregaba los ojos, sufría un fuerte ardor. Comencé a sospechar que se trataba de una alergia, pero dudé mucho porque jamás he sido alérgica a nada y todos los años que estuve en Suiza fui inmune a la fuerte alergia que el polen de ciertos árboles provoca a la mayoría de los habitantes de la parte alemana. Luego vino una amiga nacida aquí; llegando a mi departamento me comentó: “Cruzando la calle mis ojos comenzaron a arderme, debe haber plátanos orientales alrededor”. Acabé con un oftalmólogo, que me confirmó que se trataba de conjuntivitis alérgica, debido a la conjunción de circunstancias bien particulares de Santiago: Un tipo de tierra que me explicó, la inversión térmica y- efectivamente-, la espora del famoso plátano oriental. Me contó que es incomprensible para los alergólogos y oftalmólogos que la municipalidad de Santiago haya escogido dicho árbol para cundir los parques y zonas verdes, pues si bien es tan fuerte, adaptable y resistente que es apto y económico para una ciudad, es igual muy conocido por la reacción alérgica.

10.- Se dice “Estoy raja” para decir estoy muy cansado; o cuando alguien da una buena noticia, se replica con “¡Rajas!”. Vulgarmente también le dicen rajas a la división de los glúteos.

11.- Es muy común escuchar o leer: “Hoy día es mi cumpleaños”, “Hoy día vamos a ir al cine” “Fui hoy día”. A pesar de que en general hoy día se refiere más a actualidad (Por ejemplo, “Antes se usaban enaguas, hoy día minifaldas” u “ hoy día la internet es el medio preferido de comunicación”), en Chile de manera coloquial se dice hoy día –como señalo al inicio de este apartado- y para situaciones formales, solamente día (Por ejemplo: "La restricción vehicular para hoy se aplica a los vehículos cuyas placas patentes terminan en 6 y 7")

12.- Sí, guagua es un bebé; tanto así que en lugar del baby que le dice un hombre cariñosamente a su novia en inglés, aquí se escucha que el novio (pololo en chileno) le diga a su novia (polola): “Mi guagua”.

13.- Estómago es en coloquial español mexicano panza; en chileno es guata. Entonces, panzón es guatón; me duele el estómago es “M e duele la guata”.

14.- En México a los zapatos de tacón alto les llamamos zapatillas, y a los zapatos deportivos les decimos tenis. En Chile zapatillas son los zapatos deportivos: “Ponte tus zapatillas y vámonos al gimnasio”

15.- Rarísimo, para referirse a dormir dicen: “Estoy cansada, me voy a hacer el tuto” o “Quiero hacer tuto”.

16.- Como en Puerto Rico, en Chile “taco” es el congestionamiento vehicular, lo que en México llamamos “embotellamiento”. “Zapatos de taco” son lo que en México conocemos como”zapatilla” (zapatos de tacón alto).

17.- Lata lo usan muchísimo. Ejemplos: Me da coraje = “Me da lata”, me siento mal insistiendo “Me da lata molestarlo”, me incomoda esta situación = “Me da lata”, me da flojera volver a repasar lo mismo: “Me da lata”. Y más ejemplos que aún no domino.

18.- Cachar además lo usan con acento cortado, como los cubanos o el antigüo español (cacháis = cachái). No comprendo = “No cacho”; Pilar no entiende lo que pasa = “La Pilar no cacha”. Si le preguntan a alguien: ¿Qué vas a hacer en Navidad”? puede contestar “No cacho”, lo que se entiende como todavía no hago planes. Lo usan también como un ¿Se entiende? = “¿Cachái?”

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